lunes, 30 de mayo de 2011

Mi.


Abrí los ojos, había despertado. Me encontraba ahí, otra vez, por fin, estaba en casa. Estaba recostada en aquel pastizal de las moras rojas ¿te acuerdas? Aquellas moras que solía cortar cuando era muy niña. El pasto era suave y el cielo increíblemente azul; los rayos de sol se filtraban por las nubes haciendo un espectáculo de colores. Había olvidado cómo era aquí y cuánto me gustaba. Ahí estaba yo, yo Clara, peor conocida como Haarumii, caminando entre los serpenteados senderos que sin duda me llevarían a ese hogar pequeño y sólido donde pasé tanto tiempo pensando. El ciprés seguía tan alto como siempre y mi rincón de tiempo continuaba intacto. El aire soplaba de una manera muy particular y a veces, traía restos húmedos del Bio bio consigo. Aquí los sopallos son muy ricos y si están calientes saben mejor. Este lugar, mi hogar, mi dulce aposento, tiene el número IV, no es el primero y mucho menos el último pero está bien. Esta es mi región, aquí es Aisén. Hace tanto tiempo que lo dejé para ir a otro lugar, a otro tiempo, a otro mundo, a otras costumbres, a otros suelos, a otras cavernas; ha pasado tanto tiempo que ya no recordaba cómo era mi casa. Me gustó mucho aquel país de la “x” en medio, hablan demasiado pero siempre con razón, pero no se le puede comparar con mi patria, innegable. Hoy no recuerdo cómo es que regresé después de casi toda una vida pero estoy aquí, de vuelta. Mis pies me conducen donde quieren y eso está bien porque se saben de memoria el camino. El sol no quema tanto, en las playas hace frío, la tierra es húmeda y seca, la mitad de las palabras desaparecen en nuestras bocas pero aún así nos entendemos perfectamente. La música no es prioridad porque ya es parte necesaria de nosotros, en el teatro los mejores actores están hechos de madera y tienen hilos atados a sus extremidades, el bio bio ha sido capturado tantas veces con cámara y pinceles, Santiago es ruidoso pero es nuestro máximo orgullo urbano y yo, yo soy feliz sentada, recargada en el ciprés de mis 5 meses, comiendo moras rojas que corté en el camino y que las sostuve en el regazo de mi vestido blanco; mis pies están desnudos para que pueda sentir la geografía de mi tierra, mi acento nunca apareció y tal vez nunca lo tenga pero yo sigo siendo de aquí, yo soy Clara y soy chilena. Y estoy en la cuarta región, en la región de Aisén del general Carlos Ibáñez del Campo, cuando podía soñar, cuando reía con sinceridad, cuando sentía felicidad, cuando era yo misma, cuando no estabas en mi vida, cuando tenía paz.

Abrí los ojos, había despertado. Mi cabeza estaba apoyada en el marco de la ventana del metro de la ciudad de México, el letrero anunciaba “Indios verdes” ¡maldición! Me he pasado una estación. Salí y allá afuera, estaba lloviendo. Emprendí el camino de vuelta. Hoy soñé que regresaba a mi país, de donde ojalá nunca hubiera salido, pero es eso, los sueños sólo son sueños, sigo aquí, en el país español del norte, donde espero algún día irme y donde deseo con toda sinceridad, no llevarte entre mi maleta de recuerdos conmigo.