A Alejandra.
Hoy, una vez
más, esperé encontrarte. La jacaranda de siempre me volvió a tejer una cama a sus pies y desde ahí te estuve aguardando. Llevaba días esperando tu
regreso desde la última vez que nos vimos y, para que fuera efectiva tu llegada siempre cargaba con uvas, tu fruta favorita, el sabor de tus labios, el aroma
de tu cuerpo, el color de mis sueños. Días y noches pasaron y tú aún no venías;
mi cama de jacarandas crecía y para atraerte aún más coloqué junto a las uvas,
orquídeas, violetas y lilas, tal vez ahora sí vendrías. No llegaste.
Desperté.
Llevaba meses soñando nuestro reencuentro. Mis sueños se pintaban siempre del
mismo color, tu color, como para intentar acercarte aunque sea un poquito. Al
fin funcionó. Esa mañana te encontré, estabas en el moretón de mis recuerdos.