martes, 28 de junio de 2011

Blanco como México


Blanco. Arriba.

Son las 12 a.m. y sólo puedo mirar el frío y blanco techo de mi cuarto. La luz del poste de afuera se refleja en una de sus esquinas. A mi derecha está mi tesoro más preciado: mis libros; a mi izquierda sólo se ve el borde de mi cama. En algún lugar de mi cuarto se escucha el tic tac de un reloj, afuera no se oye nada. Mis sábanas  están frías al igual que la punta de mi nariz; a veces, el ruido del motor de algún auto irrumpe el tic tac del reloj y el silencio de la calle. Llevo varios minutos acostada viendo sin ver, sin cerrar los ojos, y es que hoy, como tantas noches, no puedo dormir.

Hoy no puedo dormir por impotencia, porque tristemente sé que en algún lugar del país hay alguien que se está yendo, que se va esfumando, que lo han apagado, que ha muerto, y lo peor, que no va a ser el único.
Hoy no puedo dormir por solidaridad, porque en cuanto el sol salga habrá una familia a la que le hayan robado el alma del algún integrante, y lo peor, que no va a ser la única.

Hoy no puedo dormir porque no oigo nada, pero el alguna casa habrá alguien que escuche el detonar de un cañón en contra de otro ser, y lo peor, que no va a ser el único.

Hoy no puedo dormir por coraje, porque quienes pueden y deben no hacen nada por evitar esta situación y a nosotros nadie nos escucha, y lo peor, que no somos los únicos que nos sentimos así.

Hoy, aún sin dormir, cierro los ojos y pido, pido ya no sé a quién, pero pido, que ni uno más, que esto termine, que por fin se acabe, o al menos que hoy alguien cambie y ya no robe más vidas y espero que no sea la única persona que decida hacer esto.

Abro los ojos y veo el techo, recuerdo como llegué a vivir con paz algún día… ¿justicia? ¡Claro! pero más paz, sólo paz, paz…

¿Por qué? Si se supone somos una nación unida
¿En qué momento? Si siempre nos apoyamos unos a otros
¿Hasta cuándo? No sé si hasta que ellos se arrepientan o hasta que nos quiten la vida

Blanco siempre fue sinónimo de paz, ahora para mí es sinónimo de muerte, porque pesa la franja central de mi bandera y pesa el techo en mis ojos.

Mi cuarto está tan tranquilo como antes, la luz todavía se refleja, sigo viendo el borde de mi cama, mis libros no se han movido, pero tengo unas ganas inmensas de deshacerme de ellos si con eso puedo terminar con este conflicto, con esta lucha, con esta guerra…

Miedo, sí, y no por vivir en el norte o en el sur, miedo porque vivo aquí, en México, y porque podría morir antes que pueda irme de aquí, literalmente.

El sueño se apodera de mí y con lágrimas de dolor rodando por mi cara anhelo fuertemente que mañana en las noticias aparezca que hoy, hoy no fueron tantos…

¡Ay de mí y mi México querido! Que lo han tomado unos cuantos y no son los indicados.
Ay de mí porque he cometido el mayor de los crímenes: ser mexicana, joven, tener dignidad y amor a mi patria y encima atreverme a plasmar mis sentimientos con palabras…

Todos nos vestimos de blanco porque estamos de acuerdo, México es así, blanco, como la arena de las playas del sur, como el agua de las cascadas del norte, como el techo de mi cuarto; es blanco, como la muerte…
 
P. D.: A mí ya me mataron, no con un arma de fuego, sino de tristeza.

domingo, 12 de junio de 2011

Bajo la noche de un suspiro que nunca termina





Desde aquí, desde el exilio te escribo.




Te escribo desde el lugar más triste del mundo




A las 3:50 tengo frente a mí las 197 cartas que te he escrito. Palabras, hermosas palabras que al final no sirvieron de nada, porque te fuiste y yo sólo me quedé con tu dolor.




El trueno presagiaba la lluvia, el color de la nube presagiaba verte, el encierro presagiaba extrañarte..




¿Lloraste? yo tampoco




Y otra vez, desde aquí, desde el exilio te escribo..