miércoles, 8 de octubre de 2014

Helénico

Zeus en la tierra.

Griego.

Tus ojos profundos, tan profundos como tu reino. Tienes el cielo en los ojos.
Tu faz, nieve de espejo.
Tu mano, mi corazón.

Y el alma escurriendo en nuestro dedos,
y el sol en el alma.

La lira suave que sale de tu boca y el abrazo que me da cuando dices mi nombre.
Tu semblante turbado y yo mundana intentando consolarte... que risa, como si en tu perfección no encontraras la calma. Y aún así aceptas mi ofrenda. El martirio de un dios.

La maravilla de verte.
Tu divinidad al aparecerte.

Zeus en la tierra.

Y te he encontrado.

(Y cada vez que vuelves al Olimpo, vas diciendo mi nombre.)

viernes, 13 de junio de 2014

El viaje de Chihiro

Trabajo final para la clase Taller de Crítica teatral I, creado a partir de la película "El viaje de Chihiro" de Hayao Miyazaki.

La muerte.

Algún día.

En diferentes formas.

Se presenta.

A todos.

Quien sea.

La muerte de los padres...

es difícil.

Dolor que punza en la muñeca al vestir a papá y mamá, al cerrarles los ojos a papá y mamá, al cuidar a papá y mamá, al decirles que ahora todo va a estar bien... a papá y mamá.

Morimos porque ya no estamos aquí, porque hacemos falta.

Muerte no en la cama de madera, muerte en el cuadro de paja, a cuatro patas, rosados y rebosantes.

Muerte porcina.



Cambios. Crecer.

Convertirse en alguien grande. Ver morir a tus padres. Seguir viviendo.

A pesar de todo.

Enfrentamiento con la realidad. Voces que hacen desaparecer. Cortadas en la piel nunca tan profundas como las de adentro. Adentro. Donde duele tanto.

Olvidar todo, olvidar incluso lo humano. olvidar el nombre, el rostro, el cuerpo, los recuerdos, los padres.

Dormir en un laberinto de flores para despertar en un corral de animales.

Mi papá.

Mi mamá.

Los grandes ausentes.

Los que faltan. Los que nunca debieron irse. Los que siempre se necesitan. Los que no se olvidan.

Y el gran dolor, ése, el que nunca se va a ir.



Y al final, abrir los ojos, mirar todos los animales rosas, y ya sin ver, ya sin reconocer, pedir, que papá y mamá me vean, que me entiendan, que no me abandonen, que se queden conmigo. Aunque sean diferentes, aunque ellos haya borrado su completa existencia. Aunque hayan perdido su memoria. Aunque sean cerdos. Aunque estén muertos.

**

Muerte por agua.

Muerte en el río.

Las lágrimas vertidas tenían que asentarse en algún lugar.

Muerte por pájaros de papel.

Muerte por olvidar el nombre.

El nombre, el ruido más grande del mundo.

Nombre para poder abrir los ojos, nombre para contemplar el mundo, nombre para recibir un abrazo, nombre para ser visto, nombre para ser alguien.

Pero ahora el nombre falta.

Nombre perdido.

Nombre arrebatado.

Nombre que se llevó el viento, que hizo explotar en el cielo y que mandó el cuerpo al fondo del río de lágrimas.

Cuerpo vacío, cuerpo que no mira, cuerpo que ha muerto.

Pero seguir, seguir caminando entre los Sí Nombre. Esperar ser visto. Pedir que regresen los recuerdos, que el nombre vuelva a ser pronunciado, que los ojos vuelva a ser abiertos.

Buscar mil veces al viento.

Regresar al río, nadar entre los sollozos, hacerse fuerte y soñar con volar. Volar y respirar la memoria, volar y asir el recuerdo, el ruido, el nombre. Volar como un pájaro de papel.

El viento con todos los dolores espera, acechando, observando, a que gritemos y sólo así, poder robar el grito, y avivar el río de lágrimas.

Y creer.

Intentar volar, que eso no duele, duelen las cortadas de los pájaros de papel.

***

Morir en un susurro.

En el oro, con todo lo deseado. Pero morir solo.

Morir solo.

Eso no está permitido.

Así no se puede morir.

No se puede morir.

El dolor de perder a papá y mamá.

El dolor de perder el nombre.

El dolor de perder la vida.

El dolor de la soledad.

No se puede morir solo.

Morir vacío, transparente, sin nombre, sin cuerpo, sin cara. Y no morir.

Seguir deambulando por el mundo. Seguir aferrándose a todo lo que ya no existe. Seguir creyendo en lo que alguna vez llenaba el vacío. Seguir y seguir.

Mirar al  otro y no verse observado. Intentar entablar una conversación y ser el único que participa en ella. Necesitar un abrazo... y no hay ningún cuerpo dispuesto a darlo.

El mundo se torna negro y desconocido. Comprender que todos usan una máscara, para seguir "viviendo", para aparentar que nunca se tiene miedo, para creer que el dolor realmente nunca ha existido. Para evitar cerrar los ojos, para no escuchar las voces gritando, para nunca conocer el río de lágrimas.

Desear ser notado, desear ser presente, desear no ser abandonado.

Y es cuando todo se olvida.

El miedo y el dolor se vuelven entonces grandes. Lo llenan todo. Pierden el control y empieza el terror, la maldad, la profunda tristeza.



Comenzar una muerte en vida. Aceptar lo habitual como cosa natural. Continuar, esperando que algún día se acabe aquello que está mal, que no funciona, que debe terminar, que no puede seguir existiendo.

Y cuando todo está al revés, cuando las cosas funcionan como no deberían funcionar, cuando la vida es muerte, llega el cambio.

Los brazos se ciernen alrededor del cuerpo, las miradas recaen, el peso está presente.

Alguien, que emana vida.

Alguien, que la intercambia sin pedir nada.

Alguien.

El mundo empieza ahora a regresar. Engranes que giran como siempre debieron de hacerlo. La vida ya camina.

Y llega la muerte, otra vez. Porque ahora sí es en serio. Ahora sí es el tiempo.

El miedo sigue. El dolor también.

Pero existe la paz. El arrebato de locura ha terminado.

Es momento de quitarse la máscara, y hacerse polvo.

****

Se abren los ojos.

Se han despertado.

Papá y mamá están a un lado. Los pájaros de papel han desaparecido. La negrura del mundo está completamente clara. La vida sigue girando en su espiral infinita.

Los brazos se cierran. El calor se emana.

El día presagiaba la noche. Todo está calma. Se respira la vida y se bebe a borbotones.

El miedo sigue. El dolor también. Pero ahora todas las frentes encara al mundo. Son valientes. seguir. ése es el verbo. Seguir.

Viajar.

Introducirse en los recovecos de cuerpo, aprender, aprehender. Confiar.

Pisar sin miedo a caerse. Sacudirse el polvo y continuar, aunque las rodillas se queden raspadas.

Un viaje.

El más íntimo de todos.

Precioso.

Ahora, cerrar los ojos.

La bruma, poco a poco se va disipando.