domingo, 17 de julio de 2011

Seda

Ensayo escrito por mí acerca del libro "Seda" de Alessandro Baricco. Publicado en la Gaceta UNAM en el "suplemento CCH" en enero del 2010.

Seda. La tela de la nada. La sensación de sentir lo más placentero y al mismo tiempo una angustia de poderlo arruinar a causa de su fragilidad. Seda. Amor. Amor y Seda, ¡tan parecidos! Tan débiles y al mismo tiempo tan fuertes. Él y ella. Él, Hervé; ella, aún desconocida. Él, una obsesión amorosa; ella, un amor obsesionado. De repente es ella, él y ella. Ella, Hélène, ama a un hombre sin amor, apasionado de ella, la otra ella. Tres aristas forman un triángulo, tres personas forman un peligroso juego de fuego, tan fácil de quemar, tan simple como eso, como seda. Seda. La tela del amor.

Seda. La tela de la imaginación. Pensar que de un insecto baboso nazca un tejido tan fino. Seda. Viajar. Viajar y Seda, ¡tan unidos! Un negocio de compra-venta se convierte en una aventura. “Hasta el fin del mundo” fue la instrucción y cuántas aventuras en el trayecto, cuántas sensaciones, cuántas maravillas y cuántas historias. Tan transformable: el primero fue una emoción, el segundo fue una súplica, el tercero fue el último grito de libertad y el cuarto fue el fin y la despedida. Un viaje marcó el adiós del hombre que cambió su vida y un viaje fue el que lo llevó hacia la verdad de aquella misiva desconocida, desconocida y curiosa, como ella, la otra ella, desconocida y curiosa como la seda. Seda. La tela de los viajes.

Seda. La tela de la fantasía. Cualquier objeto representa un inicio, qué tan incitante puede ser uno que parta de una humeante taza de té. Seda. Deseo. Deseo y Seda, ¡tan provocadores! Desear poseer pero también desear amar. Amar, de nuevo, ella, él y ella. Ella desea a un hombre feliz, él desea lo desconocido y ella, la otra ella, sólo desea ser importante para alguien. Deseos tan callados pero que piden complacencia a gritos. Una misiva desconcertante provoca el deseo de él, que a su vez cumple el deseo de ella, solo ella, y su lectora, un deseo interminable de olvidar y enterrar su pasado. Gracias a los deseos se cambia una vida, como una oruga se cambia a mariposa, como un huevo se cambia a seda. Seda. La tela del deseo.

martes, 28 de junio de 2011

Blanco como México


Blanco. Arriba.

Son las 12 a.m. y sólo puedo mirar el frío y blanco techo de mi cuarto. La luz del poste de afuera se refleja en una de sus esquinas. A mi derecha está mi tesoro más preciado: mis libros; a mi izquierda sólo se ve el borde de mi cama. En algún lugar de mi cuarto se escucha el tic tac de un reloj, afuera no se oye nada. Mis sábanas  están frías al igual que la punta de mi nariz; a veces, el ruido del motor de algún auto irrumpe el tic tac del reloj y el silencio de la calle. Llevo varios minutos acostada viendo sin ver, sin cerrar los ojos, y es que hoy, como tantas noches, no puedo dormir.

Hoy no puedo dormir por impotencia, porque tristemente sé que en algún lugar del país hay alguien que se está yendo, que se va esfumando, que lo han apagado, que ha muerto, y lo peor, que no va a ser el único.
Hoy no puedo dormir por solidaridad, porque en cuanto el sol salga habrá una familia a la que le hayan robado el alma del algún integrante, y lo peor, que no va a ser la única.

Hoy no puedo dormir porque no oigo nada, pero el alguna casa habrá alguien que escuche el detonar de un cañón en contra de otro ser, y lo peor, que no va a ser el único.

Hoy no puedo dormir por coraje, porque quienes pueden y deben no hacen nada por evitar esta situación y a nosotros nadie nos escucha, y lo peor, que no somos los únicos que nos sentimos así.

Hoy, aún sin dormir, cierro los ojos y pido, pido ya no sé a quién, pero pido, que ni uno más, que esto termine, que por fin se acabe, o al menos que hoy alguien cambie y ya no robe más vidas y espero que no sea la única persona que decida hacer esto.

Abro los ojos y veo el techo, recuerdo como llegué a vivir con paz algún día… ¿justicia? ¡Claro! pero más paz, sólo paz, paz…

¿Por qué? Si se supone somos una nación unida
¿En qué momento? Si siempre nos apoyamos unos a otros
¿Hasta cuándo? No sé si hasta que ellos se arrepientan o hasta que nos quiten la vida

Blanco siempre fue sinónimo de paz, ahora para mí es sinónimo de muerte, porque pesa la franja central de mi bandera y pesa el techo en mis ojos.

Mi cuarto está tan tranquilo como antes, la luz todavía se refleja, sigo viendo el borde de mi cama, mis libros no se han movido, pero tengo unas ganas inmensas de deshacerme de ellos si con eso puedo terminar con este conflicto, con esta lucha, con esta guerra…

Miedo, sí, y no por vivir en el norte o en el sur, miedo porque vivo aquí, en México, y porque podría morir antes que pueda irme de aquí, literalmente.

El sueño se apodera de mí y con lágrimas de dolor rodando por mi cara anhelo fuertemente que mañana en las noticias aparezca que hoy, hoy no fueron tantos…

¡Ay de mí y mi México querido! Que lo han tomado unos cuantos y no son los indicados.
Ay de mí porque he cometido el mayor de los crímenes: ser mexicana, joven, tener dignidad y amor a mi patria y encima atreverme a plasmar mis sentimientos con palabras…

Todos nos vestimos de blanco porque estamos de acuerdo, México es así, blanco, como la arena de las playas del sur, como el agua de las cascadas del norte, como el techo de mi cuarto; es blanco, como la muerte…
 
P. D.: A mí ya me mataron, no con un arma de fuego, sino de tristeza.

domingo, 12 de junio de 2011

Bajo la noche de un suspiro que nunca termina





Desde aquí, desde el exilio te escribo.




Te escribo desde el lugar más triste del mundo




A las 3:50 tengo frente a mí las 197 cartas que te he escrito. Palabras, hermosas palabras que al final no sirvieron de nada, porque te fuiste y yo sólo me quedé con tu dolor.




El trueno presagiaba la lluvia, el color de la nube presagiaba verte, el encierro presagiaba extrañarte..




¿Lloraste? yo tampoco




Y otra vez, desde aquí, desde el exilio te escribo..

lunes, 30 de mayo de 2011

Mi.


Abrí los ojos, había despertado. Me encontraba ahí, otra vez, por fin, estaba en casa. Estaba recostada en aquel pastizal de las moras rojas ¿te acuerdas? Aquellas moras que solía cortar cuando era muy niña. El pasto era suave y el cielo increíblemente azul; los rayos de sol se filtraban por las nubes haciendo un espectáculo de colores. Había olvidado cómo era aquí y cuánto me gustaba. Ahí estaba yo, yo Clara, peor conocida como Haarumii, caminando entre los serpenteados senderos que sin duda me llevarían a ese hogar pequeño y sólido donde pasé tanto tiempo pensando. El ciprés seguía tan alto como siempre y mi rincón de tiempo continuaba intacto. El aire soplaba de una manera muy particular y a veces, traía restos húmedos del Bio bio consigo. Aquí los sopallos son muy ricos y si están calientes saben mejor. Este lugar, mi hogar, mi dulce aposento, tiene el número IV, no es el primero y mucho menos el último pero está bien. Esta es mi región, aquí es Aisén. Hace tanto tiempo que lo dejé para ir a otro lugar, a otro tiempo, a otro mundo, a otras costumbres, a otros suelos, a otras cavernas; ha pasado tanto tiempo que ya no recordaba cómo era mi casa. Me gustó mucho aquel país de la “x” en medio, hablan demasiado pero siempre con razón, pero no se le puede comparar con mi patria, innegable. Hoy no recuerdo cómo es que regresé después de casi toda una vida pero estoy aquí, de vuelta. Mis pies me conducen donde quieren y eso está bien porque se saben de memoria el camino. El sol no quema tanto, en las playas hace frío, la tierra es húmeda y seca, la mitad de las palabras desaparecen en nuestras bocas pero aún así nos entendemos perfectamente. La música no es prioridad porque ya es parte necesaria de nosotros, en el teatro los mejores actores están hechos de madera y tienen hilos atados a sus extremidades, el bio bio ha sido capturado tantas veces con cámara y pinceles, Santiago es ruidoso pero es nuestro máximo orgullo urbano y yo, yo soy feliz sentada, recargada en el ciprés de mis 5 meses, comiendo moras rojas que corté en el camino y que las sostuve en el regazo de mi vestido blanco; mis pies están desnudos para que pueda sentir la geografía de mi tierra, mi acento nunca apareció y tal vez nunca lo tenga pero yo sigo siendo de aquí, yo soy Clara y soy chilena. Y estoy en la cuarta región, en la región de Aisén del general Carlos Ibáñez del Campo, cuando podía soñar, cuando reía con sinceridad, cuando sentía felicidad, cuando era yo misma, cuando no estabas en mi vida, cuando tenía paz.

Abrí los ojos, había despertado. Mi cabeza estaba apoyada en el marco de la ventana del metro de la ciudad de México, el letrero anunciaba “Indios verdes” ¡maldición! Me he pasado una estación. Salí y allá afuera, estaba lloviendo. Emprendí el camino de vuelta. Hoy soñé que regresaba a mi país, de donde ojalá nunca hubiera salido, pero es eso, los sueños sólo son sueños, sigo aquí, en el país español del norte, donde espero algún día irme y donde deseo con toda sinceridad, no llevarte entre mi maleta de recuerdos conmigo.

viernes, 22 de abril de 2011

Era Ella


Verde radioactivo. Así era el color del agua de limón que está frente a mí. No puedo asegurar si es o no de procedencia nuclear, pero al menos sí sabe a limón; tiene ese toque de algo a limón, como todo aquí. Los frijoles saben a algo con frijoles, los chilaquiles a algo con chilaquiles, la carne a algo con carne. Todo aquí sabe a algo con lo que debería ser. Todo. Incluso lo de ella.

Sólo le queda una tajada de pepino (¿o sólo le dieron una?) de su ensalada. Aunque no sé si se le puede llamar tajada; es más bien un trozo grande y chueco de pepino con algo de cáscara, se ve mal pero al mismo tiempo se ve bien. Y aún así ella no lo comerá. No sé porqué me entristece este hecho, pero sé que no lo hará y tal vez lo haga hacia un lado del plato; al igual que hizo con la cuarta parte del arroz y la tercera de la sopa, puede que incluso lo haga con la ensalada. Me inquieta el hecho de que no termine la comida y la desperdicie, tal vez de haberlo sabido antes no la habría escogido, sin embargo aquí estoy, frente a ella, comiendo unos tallarines demasiado suaves en una cafetería atestada de gente (aunque ella no lo cree así) y sin una palabra en la boca, sólo tallarines suaves.

Ella sigue comiendo, parece que la ensalada está rica pero no lo suficiente porque no la disfruta, o a lo mejor ella es así, creo que es así. Puede que sea la forma en que mastica, o en la que toma en tenedor, o cualquier otra acción que efectúe que me hace pensar que es tranquila. Llego al arroz y que curioso, sabe a algo con arroz; aunque tiene algo duro, parece son los elotes. La comida desaparece poco a poco de nuestros platos y por fin pude decir algo. Lo sabía, ella es muy tranquila, su voz me lo ha dicho.

Medio platicamos entre medias cucharadas con medias comidas y de pronto ¡zaz! Ahí estoy yo hablando sin parar como siempre lo hago cuando, de pronto ¡zaz! Ahí está ella riendo como nunca lo hace. Se ríe… y conmigo. Así que ella es tranquila con los desconocidos, pero ríe con sus amigos, y ella se ríe… y conmigo. Después de ese momento tan acogedor damos por terminada nuestra charla sin pronunciarlo. Miro su plato de ensalada: vacío, sólo con una deforme tajada de pepino abandonada.

Mi agua de algo con limón está por extinguirse y ella se retoca los labios. El que lo haga me entristece aún más que haber comprobado que no se comió el pepino. Ella se irá. Probablemente esté pensando en lo que va a hacer saliendo de aquí, en sus otros amigos o en las tareas. Puede que tenga que ver a alguien en específico, o que vaya a alguna exposición o a la feria del libro, o puede que esté por titularse y vaya a hacer su exámen profesional, o puede que sólo irá a casa a dormir un rato. Sí, probablemente esté pensando en eso, pero también probablemente, entre este mar de pensamientos, ella ya me olvidó. O a lo mejor lo hará cuando deje su bandeja al frente, o cuando salga, o cuando se encuentre a otra persona, o cuando llegue a donde tenga que ir, o cuando se despida de mí.

Ágilmente toma sus cosas, me mira por última vez y dice “provecho hasta luego”, mi absurda respuesta “sí, gracias, que te vaya súper bien” y…, se fue.

Ella no representó ningún cambio relevante en mi vida, sólo fue la chica que tenía un lugar vacío en su mesa el cual yo ocupé a la hora de comer en la cafetería. Sin embargo nunca la olvidé. Mi vida continuó como lo hizo hasta que muchísimo tiempo después yo caminaba bajo el refulgente sol y me topé con otra anciana; nos miramos unos momentos y dijo: ¿no eres tú aquella joven que un día se sentó en el lugar vacío que tenía en mi mesa a la hora de comer en la cafetería? “La misma” le dije, “que alegría verte de nuevo, recuerdo que me hiciste reír en serio en ese breve momento, me alegraste el día y nunca te lo agradecí”, “¿de verdad? No tienes porque, al contrario, me hace feliz saber que te alegré”.

Ella me sonrió y yo la recordé como el día en que la vi hacerlo hace ya tanto tiempo. Así es que realmente ella nunca me olvidó y a lo largo de su vida le dedicó minutos a mi recuerdo, porque éramos amigas. Le devolví la sonrisa e inmediatamente recordé mi tristeza por su tajada de pepino y porque se retocó los labios; se lo quise contar pero una nueva tristeza y más profunda me vino al corazón. Atrás de ella estaba esa señora vestida de negro, blanca y sólo la constituían sus huesos; apestaba pero nadie notaba su hedor, sólo yo. Esta señora dio un paso más y sonrió, ahora lo entendía, había conocido a aquella chica en la cafetería porque cuando me la volviera a encontrar sería un día fundamental en mi vida, sería mi último día. Verde radioactivo, el agua era de color verde radioactivo.

martes, 5 de abril de 2011

Gratos Recuerdos


“Mi fuente de inspiración, tu voz es apenas un murmullo, que se desvanece como humo entre mis dedos, no te escucho, no te siento, ya no estás.” –Alma (@Elecktrapink en twitter)

Para la hija menor Delvalle: mi amiga, mi hermana, mi doble, mi creadora, mi amada, mi fiel bruja y mi constante espíritu.


-¡Guau! ¡Guau! ¡Guau!

-…                                             

-¡Guau! ¡Guau! ¡Guauuuuuu!

-Mmm… ¡¿ahora qué quieres Bleu?! –me levanté pesadamente y salí de mi cuarto. Guiándome por los ladridos de Bleu llegué hasta la cocina donde yacía un objeto tirado en el piso y Bleu a su lado ladrándole ferozmente.

-Jejeje ¿por esto me despertaste? –Bleu cesó su ladrido y me miró.
Bleu era mi perro, mis padres me lo regalaron cuando él era un cachorro y yo ¡bueno! Se puede decir que también, fue en mi cumpleaños número cinco. Siempre me han causado gracia sus ladridos, ya que Bleu es un perro muy asustadizo y al menor desconcierto tiembla y se pone a ladrar, justo como en este momento.

-Ay mira Bleu, este es el calendario –tengo la extraña sensación de que Bleu me entiende cuando le hablo, por eso me gusta explicarle las cosas –él nos indica en qué día y qué mes estamos ¿comprendido? No hay porqué asustarse –Bleu mira de nuevo el calendario y vuelve a ladrarle –no, no, calma, ay cómo te explico, mira, estos cuadros tienen en su interior los días de cada mes ¿ves? Aquí dice que hoy es 4, lo que nos da que ayer fue 3 y mañana 5 ¿entendido? Ayer 3, hoy 4 y mañana… 5. Sonreí. Mañana 5, por fin ya mañana era 5, por fin el...

-¡Ring! ¡Ring! –el sonido del teléfono me distrajo, dejé el calendario en la mesa y fui a la sala donde no paraban los timbrazos, Bleu me siguió.

-¿Bueno?

-¡Hola Mark!

-¡Qué pasó Juan! ¿Cómo estás?

-Bien Mark, todo en orden

-Va que bien, ¿que pasó entonces?

-Oye, ¡que crees! Te hablo para avisarte que Paco por fin hará su fiesta ¿recuerdas que nos la debía? Pues ya está organizada

-¿De verás? Oh pues que bien pero ¿a qué hora es o qué?

-Va te explico, es mañana

-¿Mañana?

-Si mañana pero deja te acabo de decir

-Si perdón sigue

-Según me dijo empieza a las 3 porque… si mamá ya voy, no, es rápido, espérame mamá… a ver Mark ¿sigues ahí?

-Si aquí estoy

-Deja te explico rápido porque mi mamá va a usar el teléfono. Checa empieza a las 3 porque va a estar también su familia pero según Paco su mamá ya le dio permiso para que nos quedemos a pasar la noche en su casa ¿Cómo ves?

-¿En serio? ¡Ay pues que bien Juan!

-¿Sí verdad? Yo llegaré un poco antes para ayudarle a Paco a acomodar las cosas como agradecimiento, ¿Qué me dices tú?

-Ah si verdad… híjole pues yo les fallo, no creo llegar antes, es más, ni siquiera a la hora, se me hace que llegaré ya en la noche

-… ¿y eso Mark?

-Oye ¡mañana es 5!

-ammm… ¿y eso qué?

-¿Qué? ¿Cómo que y eso qué? Oye ¡5! ¡Clara! ¡Un año! Cómo a que te suena

-Mmm a nada… ¿Quién es Clara?

-¡¿Cómo que quién es Clara?! ¡Mi novia!, serás idiota

-¡Tranquilo Mark! ¿Pero cuál novia? ¿Quién es Clara?... si mamá ya voy… ammm mira no sé, tengo que colgar, pues llega a la hora que quieras no hay problema, yo le aviso a… que si mamá ya terminé… le aviso a Paco que llegas tarde, lleva a tu novia y en serio Mark, ni idea de quién sea Clara ¡Adiós!... ay mamá pero ni me tard… ¡Click!

-… click

¿Pero qué le pasa a Juan? ¡Cómo pregunta quién es Clara! ¿Me habrá hecho una pasada? ¡Ay no lo entiendo! Él y Paco son mis amigos, de los mejores se podría decir, hace poco más de 5 años que nos conocemos y hemos pasado innumerables cosas que sin duda nos han marcado; como la vez que fuimos a ese curso de inglés donde la profesora de origen canadiense jamás me pudo llamar “Marco” y decidió cambiar mi nombre por “Mark” el cual hasta hoy sigo llevando. O la vez en que nos sentimos muy grandes y nos fuimos solos de viaje a las montañas. La mamá de Juan nos fulminaba con la mirada cuando nos recogió a los 3 en una cabaña de paso después de que nos perdiéramos en el camino y extraviáramos nuestras pertenencias. Sí, muchas cosas hemos pasado en este tiempo y aunque también de vez en cuando nos peleamos siempre nos mantenemos juntos. Fui el único hijo de mis padres y sin embargo a ellos los siento como mis hermanos. Por eso me intriga la actitud de Juan con respecto a Clara, ella es una parte muy importante de mi y de mi vida, el hecho de que diga que no sabe quien es… ¡ah! Me hace enfurruñar; como sea, luego lo hablaremos, lo importante ahora es justamente ir a ver a Clara y organizarnos para mañana.

 Miré a mí alrededor y Bleu seguía ahí, sonriendo como siempre y moviendo alegremente la cola

-Hey Bleu, iré a ver a tu dueña ¿quieres ir?

-¡Guau! –un ladrido felizmente sonoro salió del hocico de Bleu, lo cual significaba un sí.

Subí rápido a mi cuarto y me empecé a alistar. Si bien era cierto que Bleu era mi perro y que Clara lo conoció la primera vez que fue a mi casa, yo le decía a mi perro que Clara era su dueña. Y es que sencillamente Clara era mi todo, y lo poco o mucho que podía poseer yo, sin duda también era de ella, y Bleu no era excepción alguna, pero eso a él no le importaba, él también quería a Clara, ¡y es que como no quererla! Ella es adorable y muchísimo más; es bondadosa, linda, divertida, sincera… es todo como siempre lo digo y no me cansaré de decirlo. Si Clara fuera un pez yo viviría en el mar, si fuera una planta yo estaría en la tierra junto a ella. Estoy condenado a amarla y eso es mi salvación; así como también estoy listo y capacitado para entregarme a ella totalmente. Así de simple, así de… claro.

Después de varios minutos me encontré listo para salir, le até a Bleu su correa y decidí llamarle a Clara para avisarle que iría a verla. Marqué su número.

-Estimado usuario, el número que marcó no existe, le sugerimos verificarlo, gracias.

-¿Qué? ¡Ah! Seguro marqué el número mal, a ver vamos a intentarlo otra vez –dije en voz alta –ring… ring… ring… no me contesta… ring… ring… ¿H-hola?

-¿Hola? ¿Clara?

-Eh… sí, ¿Mark?

-… sí soy yo ¿Estás bien?

-Sí ¿Por qué lo preguntas?

-Oh no sé, te escuché rara

-Ah perdón, no te quise asustar, estoy bien

-No, yo te pido perdón no sé ni en qué estoy pensando; oye pequeñita ¿vas a estar en casa hoy?

-Jojo como me hace reír que me digas así, sí, sí estaré en casa

-Bueno entonces espérame que voy a verte

-¡Bien! Te espero aquí

-Llevaré a tu consentido

-¡Oh Bleu que bueno! Sí tráelo, lo quiero ver

-Está bien, estará ahí conmigo, ahora nos vemos

-Claro, hasta pronto entonces

-Ahorita nos vemos y Clara… te amo

-…

-¿Clara? ¿Sigues ahí?

-…

-¿Clara?

-…

-Adiós –que raro, a lo mejor se cortó la llamada. En fin vámonos Bleu

-Guau

Es curioso como las cosas cambian. He pasado cientos de veces por este camino hacia donde Clara y siento como si fuera la primera vez. Hasta Bleu se ve inquieto. Recuerdo la ocasión que conocí a su madre; estaba tan nervioso que llevé a Bleu conmigo. Al llegar a su casa coincidió que había un vendedor en la puerta, la cual estaba abierta, decidí asomarme y llamé a Clara, ella se dejó ver con una playera blanca con botones de presión (mi favorita) y unos pantalones ajustados con sus eternas bailarinas azul marino ¡Pero que hermosa se veía! El hechizo de su encantadora imagen se rompió cuando Bleu irrumpió en la casa y se lanzó hacia ella con tanta fuerza que la tiró al piso. Su madre se puso histérica, el vendedor petrificado y yo con la mayor vergüenza que he pasado en mi vida. Tuvieron que pasar varias horas para que su mamá se relajara y me pudiera mirar sin odio; ese incidente no pasó a mayores y afortunadamente para mí ahora mi suegra lo toma con mucha gracia. Bleu estaba muy arrepentido pero Clara jamás lo reprendió por eso, desde ahí él la quiere, la valora y se puede decir que hasta la respeta, pero sobre todo la estima.

Por fin llegamos a su casa y para mi gran sorpresa Clara estaba afuera esperándonos. Y como si los dioses me hicieran el gran favor Clara trae puesta esa misma playera con la cual me vuelve loco, Dios, es tan hermosa.

-¡Hey! Estoy aquí –dijo ella

-Vamos Bleu, ve con ella –Bleu echó a correr como siempre cuando la ve y en vez de brincar en dos patas simplemente se agachó a su lado -¿Bleu? No te va a morder… espero –dije en tono de broma mientras me situé al lado de mi fiel perro. Clara me dedicó una de sus radiantes sonrisas y encorvó un poco su cuerpo para acariciar a mi perro ¡Pero que pose ha adoptado esta mujer! Concéntrate Mark, concéntrate

-¿Mark? –me dijo Clara sacándome de mis ensoñados y algo turbios pensamientos

-Eh… ¿Qué?

-Jojo ¿dónde andas?

-Perdón, me distraje (pero fue por su culpa)

-Está bien, te decía que Bleu tiene algo raro hoy, no lo dejes así y pon atención a su comportamiento de este día

-¿Ah? ¿Crees que le pase algo? Espera, ¿Por qué me hablas así?

-Mark son muchas preguntas al mismo tiempo

-Perdón –dije rápidamente –me tranquilizo –Clara me afirmó con la mirada y volteó a ver a Bleu

-Vamos perrito levántate, no quiero verte en esa posición, no hoy ¿sale?

-¡Guau! –Bleu ladró e inmediatamente se levantó. Clara también se incorporó dejando esa posición tan especulativa

-En fin Mark hay que ponernos de acuerdo

-Ah sí es lo que venía a platicar contigo. Lo que pasa es que hay un pequeño inconveniente

-¿Qué pasa?

-Es que resulta que… ¿te acuerdas que fue el cumpleaños de Paco? Pues mañana va a ser su fiesta y como será algo familiar empezará en la tarde; Juan me dijo que podíamos llegar más noche pero no sé cómo lo veas tú –Clara cerró los ojos y giró la cabeza a un lado; oh, oh conozco ese gesto en ella, es de tristeza –Pero mira Clara –me apuré a decir –no te preocupes por esto, yo puedo hablar con Paco y decirle que no podremos ir digo, fiestas hay muchas, y no todos los días se cumple un año de relación

-Mark –me interrumpió mientras me miró a los ojos

-¿Qué? –le dije completamente hechizado por su boca que se ve espectacular cuando dice mi nombre

-Primero relájate, yo también quería hablar de eso contigo. Resulta que mañana saldré temprano y la verdad no sé muy bien a qué hora llegaré por lo que pensaba proponerte que si no tenías nada que hacer hoy la pasáramos juntos todo el día como lo planeábamos hacer mañana ¿Qué te parece?

-Ah perfecto linda me… me parece muy bien

-¡Genial! –me dijo Clara al mismo tiempo que cerró los ojos y me sonrió mostrándome sus perfectos dientes, fue imposible resistirme a probar una vez más su boca.

Así Clara y yo pasamos el día juntos, ¡ah! Y con Bleu; estuvimos dando vueltas por el vecindario y jugando un rato en los altos robles que hay cerca de su casa.

-Clara ¿te cuento un chiste?

-Sabes que no me hará reír

-Tomaré eso como un si. A ver Clara, pregúntame si soy un árbol

-Mark ¿eres un árbol?

-No jajaja –me empecé a reír de mi mal chiste pero aún más de la cara que mi niña puso

-Eso ni siquiera es considerado como chiste

-¡Pero deberías ver tu cara!

-¡Bah! No tengo ninguna cara graciosa, guapo tonto–ay mi Clara, ¡como amo sus insultos!

-¡Guau! ¡Guau! –ladró Bleu con una seña de impaciencia

-Ay Bleu ¿hasta tú te pones en mi contra?

-No creo que sea eso Mark ¿Qué hora es?

-Ya casi las 5 ¿Por qué?

-¿A qué hora come el perro?

-A las ¡ups! A las 4

-Jeje ven vamos a mi casa a ver qué le podemos dar

-Bueno, ¡vamos Bleu!

La casa de Clara es muy acogedora y huele tanto a ella.

-Oye Bleu ¿te gusta la sopa? Tengo un poco para ti, deja la caliento

-Clara lo consientes mucho, se supone que sólo come croquetas

-Si Mark pero ¿de donde voy a sacar croquetas? Anda, por una vez que coma otra cosa no le pasará nada, mira mejor hazme un favor, ve a mi cuarto, debajo de la mesa de noche tengo un recipiente redondo, creo que estará bien para que ahí coma Bleu

-Bueno ahí voy

El cuarto de Clara está al final del pasillo en la planta baja; ya he entrado antes y me agrada porque tiene mucho de ella. Al entrar localicé rápidamente el recipiente que Clara me había dicho, lo agarré y miré a mí alrededor. Cuando su madre la castigó yo la iba a ver a su ventana que da a la calle, aunque era algo incómodo ya que el marco de la ventana estaba desnivelado, lo que provocaba que la misma ventana no cerrara, así que había barrotes verticales protegiendo la seguridad de mi niña. En esto estaba yo pensando cuando de pronto divisé un objeto en particular arriba de la misma mesa; era una cámara fotográfica, de esas grandes que sacan fotos instantáneas, pero qué…

-¡Mark! –Me giré rápidamente y vi a Clara en la entrada del cuarto -¿Por qué tardas tanto? ¡Bleu está mas que impaciente! A ver, dame el traste –Clara me quitó el recipiente de mis manos y se fue. Tomé la cámara y la examiné ¿Por qué Clara tenía una cámara así?

-¡Oye Clara!

-Voy, espérame un segundo –instantes después apareció de nuevo en el cuarto ¿Qué pasó?

-¿Cómo es que tienes esta cámara?

-¡Ah! Eso, será para mi abuela, ¿ves que te dije que saldré mañana? Iré con ella y se la llevaré, originalmente era de mi abuelo pero ella la quiere conservar así que se la daré, incluso al rollo aún le queda una foto, eso es bueno porque hoy día es muy difícil encontrar rollos así, y además salen muy caros

-¿Y sabes si va a tomar esa última foto?

-No, en sí mi abuela no sabe que le queda una, nadie lo sabe, yo lo descubrí esta mañana

-Ohhh y… ¿sería muy malo que yo gastara esa foto?

-¿Tú? ¿Y en que?

-En lo mas bello que hay en este mundo, bueno al menos en esta habitación

-Jejeje y ¿a qué?

-¡Ay Clara pues a ti! ¿Sí?

-Ah no, a mí no, mejor a ti ¿vale?

-No, no, a ti

-Mmm no… bueno a los dos ¿Qué te parece?

-Está bien, ya que casi no tenemos fotos de nosotros

-Jejeje es cierto pero a ver dónde… ¡ah! Ya sé, ven siéntate –Clara se sentó en su cama y me hizo una señal de que la imitara, me situé a su lado y la abracé

-Ahora ¡Sonríe! –dijo y presionó el botón. Un destello blanco cegó momentáneamente mis ojos y un cuadro negro salió por la rendija que tenía la cámara; me apresuré a tomarla pero Clara me ganó -¡Es mía! Jojo ¡ah! Ya se está viendo

-Déjame ver Clara

-¡No! Ten la cámara y yo la foto

-Clara ¡no! –puse la cámara en su sitio original y me volví a sentar a su lado

-¡Ohhh deberías verte!

-¿Qué? ¿Salí mal? ¡Clara!

-Jajaja –ella sólo reía –Ohhh ¡Ya se ve muy bien! ¡Wow!

-¡Clara déjame verla!

-Jajaja ¡Noo! –seguíamos forcejeando la foto cuando pasó.

Clara giró demasiado su hombro derecho provocando que 3 de los 5 botones de presión de su playera no resistieran y se abrieran por completo; en un santiamén los dos volteamos a ver sus botones fallidos; no sé que habrá pensado Clara pero yo no pude pensar nada. Lo que vi bajo su playera me dejó sin ideas, el cuerpo perfecto y la sedosa semi-desnudez de su pecho era mucho para mí.

-¡Ay Mark mi playera! ¡Ahora debo cambiármela! –Se paró al instante de la cama y caminó hacia una cómoda, yo también me paré y caminé hacia la puerta –Espérame con Bleu, sólo será un momento –me dijo cuando yo agarré la cerradura

-No –le respondí y cerré la puerta, pero yo seguía en el cuarto; Clara no se había dado cuenta de que todavía estaba en la habitación y como se asustó con mi respuesta inmediatamente se volteó hacia mí con su linda playera completamente abierta…

-¿Mark? –me preguntó con un dejo de susto en la voz

-No tengas miedo, relájate, cierra los ojos, somos como uno mismo –dije y la besé.

Quedaría de más describir lo que pasó en el tiempo siguiente pero en cierto momento Bleu empezó a rasguñar la puerta.

-Creo que Bleu ya se aburrió –me dijo Clara aún apoyada en mí

-Si, creo está cansado –le respondí, ella me dio un furtivo beso y se incorporó.

Minutos después ambos salimos de la habitación, los dos acariciamos a Bleu y nos empezamos a alistar él y yo para irnos, la mamá de Clara estaría por llegar

-Oye Mark

-Mande linda

-Este… llévate la foto

-¿Uhm? ¿No la quieres?

-No, no es eso, es que mi mamá no sabía que aún le quedaba una a la cámara y si la ve…

-Oh ya, si, si te entiendo, entonces me la llevo –Clara me dio la foto, acarició a Bleu de una manera muy cariñosa, como si ya no lo fuese  ver; a mi me abrazo como por un minuto, me miró, me besó muy dulcemente y me susurró un “gracias” ¿Pero que? Me separé de ella -¿Clara? ¿Estás bien? ¿Por qué actúas tan raro?

-Volviste a hacer muchas preguntas a la ves Mark –se rió

-No, contéstame, desde que te marqué sentí que algo inusual te ocurría, creí que era mi imaginación pero ya veo que no es así –Clara volvió a hacer su gesto de tristeza –Nena ¿Qué tienes? Sabes que puedes confiar en mí ¿Qué sucede? –sin subir todavía la mirada, Clara sonrió para por fin verme

-¡Ay Mark! Te agradezco que te preocupes por mí, pero… no me pasa nada, de verdad perdón por asustarte, no era mi intención, sólo que sentía la necesidad de agradecerte por hacerme tan feliz, espero y tú también lo seas, hoy y todos los días

-¡A-ay Clara! Por supuesto que soy feliz ¡ven acá! –y la volví a abrazar. ¡Que cosas tan raras dice! Pero así es ella y así la amo. Jeje parece que me fue bien al final de cuentas.

Bleu y yo salimos de la casa y Clara quedó en llamarme mañana. Cuando íbamos a dar vuelta en la esquina ella aún nos seguía viendo, le lancé un beso imaginario y ella marcó con los labios un “te amo”, algo que en sí jamás habíamos hecho, no le di importancia.

Al día siguiente Clara no llamó.

Como ya la había visto el día anterior, decidí dedicarme a la fiesta de Paco aunque tuve una pequeña discusión con él y Juan porque me seguían diciendo que no conocían a Clara pero ¡bueh! Seguro tramaban algo. La fiesta comenzó y después de unas horas y algunas cervezas decidí ir a casa a esperar noticias de Clara.

Al entrar a mi casa Bleu corrió hacia mí pero no con alegría o entusiasmo, sólo corrió y se quedó ahí, justo como ayer cuando vio a Clara

-Hey Bleu ¿Qué tienes? ¿Te sientes mal?

-¿M-Marco?

-¡Hola mamá! Llegaste temprano

-Sí, y parece que tú también ¿no te ibas a quedar con Paco?

-Ah si pero vine de rápido, oye ¿no ha llamado Clara?

-¿Clara? Ammm no sé, según yo no nadie ha marcado pero q… -fui corriendo hacia el teléfono mientras mi mamá aún seguía hablando, creo que la escuché decir algo sobre Clara pero no le presté más atención, lo importante es que Clara había quedado en llamarme y aún no lo hacía y eso no era normal. Llegué al teléfono y marqué su número

-Estimado usuario, el número que marcó no existe, le… click –colgué, otra vez ese estúpido mensaje, le volví a marcar

-Estimado u… ¡click! –colgué de nuevo, ¿Cómo que no existe? Recordé que el día anterior me había pasado lo mismo así que busqué en el registro de números el último que había marcado y que era el de Clara, llamé

-Estima… ¡¡click!! ¿Cómo madres no va a existir el número?

-¡¿Marco qué te pasa?!

-es que llamo a casa de Clara y me dicen que no existe el número, que pinche molestia que falle el servicio

-A ver Marco tranquilo, primero relájate

-No mamá… mejor… mejor ya sé qué hacer ¡Adiós! –tomé mis llaves y salí corriendo, a lo lejos sólo escuché el llanto de Bleu. Llegué otra vez a la casa de Paco, me abrió Juan

-¡Hey Mark ya llegaron! Espera ¿y tu novia?

-No sé, por eso regresé tan pronto, ayúdenme –Juan me miró algo asustado y sin decir nada fuimos con Paco; les conté lo sucedido –Entonces vamos a su casa, necesito que me acompañen

-Bueno, bueno, si está bien Mark –me dijo Paco –pero, ¿todavía estás sobrio?

-Ay pinche Paco ¿Por qué no me creen? Siguen con su estúpido jueguito de “no sé quién es Clara” –le dije casi gritando –si es así ya terminen, no es gracioso –estaba al borde de la histeria

-A ver, a ver, a ver Mark tranquilo, que ni Paco ni yo tenemos ningún jueguito, desde ayer estás con eso de tu novia y pues la verdad hasta donde sabemos tú no tienes, ahora bien si te conseguiste una pues que mal plan porque no nos contaste –me reclamó Juan, es ese momento no pensé nada más

-Miren –a penas y contenía mi ira –dejen ya de actuar, conocen a Clara como me conocen a mí, ella es mi chica, alguien muy, muy, muy importante en mi vida y si no me creen pues ya no me importa… -les dije y me fui; me empecé a sentir mal por haberles hablado a mis amigos así pero es que no estábamos jugando.

Empecé a correr y luego a caminar hacia la casa de Clara; el sol ya se estaba escondiendo. Llegué agitado y toqué el timbre. Una pequeña niña de rizos rubios de no más de 6 años me abrió la puerta

-¿¿Sí?? –jamás la había visto y no se parecía en nada a Clara

-Ammm hola pequeñita –sonreí -¿Estará Clara por ahí?

-¿Qué? ¡Mamá te buscan! –la niña se metió corriendo a su casa. ¿¿Mamá?? De repente salió una señora como de 30 años, muy parecida a la niña y nada a Clara, me dedicó una sonrisa nerviosa

-H-hola chico ¿te puedo ayudar en algo?

-Eh sí, busco a Clara, ¿ya regresó a casa?

-¿Clara? Mmm… no, creo que te equivocas, aquí no vive ninguna Clara

-¡Sí vive aquí! –Gritó la niña desde dentro de la casa, su pequeña melena dorada se asomó de nuevo por la puerta -¡Ella se llama Clara! –me gritó mientras me enseñaba lo que tenía en los brazos: una pequeña gata de color negro lustroso con ojos enormes y profundamente azules me miró para después brincar de los brazos de la niña e irse

-Bueno jejeje –rió nerviosa la señora –nuestra gata se llama Clara, mi hija así le puso aunque de clara no tiene nada; no pensé que te referías a ella…

-No, no es ella –la interrumpí –es una chica de mi edad, alta, cabello marrón, vive aquí…

-Ammm no… creo que te equivocas, aquí no vive nadie así ¿puedo hacer algo más por ti?

-¡No me mienta! ¡Aquí vive! ¡Clara! –grité y abrí de sopetón la puerta: dos chicos de no mas de 12 años jugaban videojuegos mientras que una chica de mas o menos mi edad me miró aterrorizada, no era Clara; pero aquella tampoco era su casa, si bien estaba en el mismo lugar y por fuera era idéntica, los muebles, la decoración, el tapizado, el orden, no era mucho menos el mismo, esto no podía estar pasando; una mano me tocó el pecho y me empujó hacia atrás, era la señora

-Escucha, aquí no vive nadie como tú describes, si no tienes nada más que preguntar, te voy a pedir que te retires, métete Ale –la niña se metió a la casa y la señora me cerró la puerta de un portazo.

No, no era cierto, no era verdad ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué Clara no estaba? ¿Por qué nadie la conocía tan de pronto? ¿Qué le había pasado a su casa? ¿Quiénes eran esas personas? En un instante tuve una idea, me quedaba una última oportunidad y si fallaba entonces todo estaba perdido.
Corrí hacia el extremo de la casa ¡Ah! ¡Allí estaba! Aquella ventana abierta con sus barrotes; las cortinas eran las mismas

-¡Clara! –grité mientras metí mi brazo entre los barrotes y aparté la cortina. Un anciano estaba en un sofá viejo y desgastado, miraba el televisor que tenía enfrente, a su alrededor había muchas cajas, era todo.

-¿Eh? ¿Quién eres chico? –me preguntó aquel viejo en lo que yo lo veía; repasé el cuarto varias veces con la mirada, no lo podía creer, empecé a temblar -¡Chico! ¿Me escuchas? ¿Qué quieres? –el hombre se incorporó y empezó a caminar hacia la ventana, eché un último vistazo, saqué mi brazo y empecé a correr. Corrí y corrí hasta que llegué a casa. Vi a mi mamá y a mis amigos en la sala, me llamaron pero no escuché. Subí a mi cuarto y antes de soltar ese alarido desgarrador y llorar como nunca vi a Bleu… él también estaba llorando.

Tuvieron que pasar varios días para que cayera en la cuenta de lo que estaba pasando. Ni mis amigos ni mi mamá conocían a Clara a pesar de que llevaba un año con ella. Aquella casa en donde me la pasé ese furtivo día 4 había sido habitada por aquellas personas que vi al día siguiente desde hacía 7 años; el número al que había marcado la compañía telefónica dio su alegato de que no existía y por último me tuve que resignar a la idea de que Clara no existió nunca.

Pasó tiempo, en verdad mucho tiempo, para que yo dejara de marcar aquel número, para dejar de ir a esa casa. Mis amigos nunca dejaron de apoyarme y un buen día, me reí de mi idea tan descabellada de Clara y cómo yo la inventé.

Una cierta mañana mi madre me puso a ordenar mi cuarto, a tirar la basura y a apartar lo que se pudiera donar. Recuerdo que abrí mi armario y se cayó mi pequeño calendario que tenía arriba. Bleu estaba conmigo y empezó a ladrar desesperadamente

-Ay Bleu ¿Hasta cuando vas a dejar de ladrarle a todo lo que se cae? ¡Esto es un calendario! Es igual al de la cocina y al del cuarto de mamá –Bleu seguía ladrando -¿Ves? No pasa nada, es más veamos que día es… Ammm a ver… ¡oh! Mira Bleu ¡es 5!

-¡Guau!

-¡Espera! –De mi armario saqué una caja de madera donde yacía una foto 

–Feliz aniversario pequeñita –dije mientras acariciaba la fotografía.

En ella aparecía yo abrazando a la chica más hermosa que mis ojos han visto, ella llevaba una playera blanca con botones de presión la cual ¡me encantaba! Su sonrisa me hechizaba y su cabello color marrón caía delicadamente en sus hombros

-¡Hay mi niña! Eres tan grandiosa que incluso ya lo sabías antes de que sucediera. Para ti era tan claro, Clarísima, clarividente… -me giré hacia Bleu – ¡Hey Bleu saluda a tu dueña! – Bleu ladró alegremente y movió la cola. Tanto él como yo adorábamos ver esa foto, nos traía gratos recuerdos.